Nos encontrábamos sobre dos colinas rocosas a unos 777 metros sobre el nivel del mar, cerca del Desierto de Judea, al sur de Jerusalén en una ciudad cuyo nombre hebreo es “Bethlehem” o más conocida por el resto del mundo como la ciudad de Belén. Era una primavera cálida, y aunque aún era media tarde, el sol ya se iba poniendo en el horizonte.
Acabábamos de terminar de visitar la Basílica de la Natividad y todo el grupo estaba haciendo tiempo y curioseando por los alrededores antes de volver a Jerusalén. Yo le estaba dando vueltas a la cabeza, sentada en un murete de piedra, lo raro que me había parecido ver el lugar dónde nació Cristo enmarcado en un agujero bajo un altar, que parecía más bien una chimenea, cuando mi padre me llamó desde lo lejos.
El, junto con algunos del grupo, se habían detenido a charlar con un mercader ambulante que les había llamado la atención al reclamo de "Javivi" algo que usaban estos comerciantes como método de aproximación a los extranjeros, que viene a ser algo así como "amigo" o "cariño", y quería que les tradujese porque el hombre sólo hablaba, o más bien balbuceaba, en inglés.
El hombre entre risas y filtreos intentaba vender su mercancía, y todo el mundo le seguía las bromas que yo iba traduciendo mientras caía la noche. Tantas confianzas se tomó que la conversación dio un giro, y me dijo que le dijera a mi padre algo que me dejó fría:
- ¿Que te ha dicho?- preguntó mi padre con tono curioso
- Pues...que te ha ofrecido 300 camellos por mi.
Hubo una risotada general. Mi padre comenzó a negociar el precio.
- No, eso es poco, que es la única que tengo.
- Cierto, 300 camellos, 2 alfombras persas y 5 kilos de dátiles. Ojos rasgados, esa piel tan blanca y el cabello dorado son difícil de encontrar por aquí- dijo el mercader.
La madre que lo parió. Yo sabía que mi padre se lo estaba tomando a broma, pero por el tono, no lo tenía tan claro del comerciante.
- Papá, a mi déjame de líos a ver si el hombre al final se lo va a creer.
Ni caso. Ya me veía yo a mis 15 años casada con ese tipejo, y posteriormente vendida a vete tu a saber quién. Por suerte nos llamaron para subir al autobús así que me dí la vuelta y me apresuré.
- ¿Qué, no te quedas? Mira que es un buen partido- soltó mi padre con un cachondeo tremendo.
- ¡Ya si eso la próxima vez!
6 y tu que me cuentas:
joder...con esta gente no se juega, que luego se lo creen y me veo a tu padre con 300 camellos y a ti casada con ese mercader.
Jejej, un poquitín de vacileo...
Besos.
500 camellos??
jeje
saludos Gal
Eso le paso a una amiga en Egipto XDDD
Mucho camelo...jaja.
Danygirl: acojonadita me tenian
Jauroles: esque mi padre es un cachondo cuando le da la vena...
Joseantonio: ya ves que caro sale el cambio de moneda.
Pio: ains estos hombres que no tienen remedio, ya me ha puesto los cuernos ves?
La brisa de la noche: no camelarme no me cameló
besotes fuertes a todos.
Publicar un comentario