lunes, 30 de agosto de 2010

07/08/2010




Sabado por la mañana.

No hemos dormido apenas  pero aún así no estoy cansada. Me incorporo y miro a nuestro alrededor, el suelo es un caos de ropa y almohadones. Me vuelo a recostar a tu lado. El ténue sol de la mañana se cuela por la ventana del salón iluminado tu pelo rubio. Con un dedo recorro tus parpados cerrados, deleitándome con el cosquilleo de tus pestañas, bajo por el puente de tu nariz hasta llegar a tus labios. Al posarme en ellos, me besas las llemas, esbozas una amplia sonrisa, y dices -Buenos dias- en esa voz tan sexy que te gusta poner cuando hablas mi idioma.

Te has empeñado en que duerma toda la noche sobre ti -el truco está en el hombro- dijiste, pero aun así me acercas más a ti, recorriéndo con tus manos mi cadera hasta dejarlas caer por mi espalda. Nuestros cuerpos casi no han tenido tiempo de conocerse pero aún así sencillamente, encajan, como si hubiesen sido las dos piezas perfectas de un puzzle.Podía quedarme para siempre en este preciso momento, no necesito más.

 He encontrado a mi alma gemela. He tenido que cruzar el jodido océano, pero ahora que te he encontrado, cualquiera que conozca será incomparable a ti.

Te colocas encima mío, me miras fijamente con una mezcla de ternura y posesión, con esos ojos verdes brillantes que tienes y rompes de nuevo el silencio, esta vez en inglés:

- Apesta.
-¿El qué?
- Que te vayas mañana.

Con un nudo en la garganta contesté:

- Lo sé

lunes, 23 de agosto de 2010

20 minutos

- Bueno ya sabes que desde ahora tienes veinte minutos. Si eres una chica lista te los podrás distribuir bien.
- ¡Ufff! No se yo. Llevo pensando toda la tarde de ayer y esta mañana en ello y aún hay segundos que recortar.
- Exponme tu planteamiento. Te diré si falla algo.

- Veamos: cinco minutos para levantarme de mi puesto, llegar a la mesa sacar todo de la bolsa de papel. He pensado en ponerlo todo en orden para alcanzarlo lo más rápido posible.
- Ahí tienes el primer fallo. Se mete la mano dentro y se saca lo primero que se encuentra, el orden no va a alterar el producto final.
- Claro, si todo se mezcla en el mismo sitio. Eso me da...¿cuanto más?
- Minuto y medio, no te olvides que tienes que masticar.
- Cierto, es que eso lo daba por descontado y no se me ocurrió contabilizar.
sigamos
- Había pensado en cinco minutos para el sandwich, cinco para el zumo y la manzana y el resto para levantarme hacer la digestión e ir al baño a mear.
- La digestión esta muy sobrevalorada estos días, déjala para luego que resta productividad. Ahora, aquí tienes tu bolsa, el tiempo ya había empezado a contar.

De repente un borrón marronáceo y verdoso sale disparado por la puerta del local.

- Vale, ¿y eso que era?
- Tu brunch.
- No me gusta que me vacilen cuando tengo hambre.
- ¿Y quien te está vacilando? Aquí no hacemos eso si resta puntualidad.
- Podrías explicarme con claridad que te hace asegurar que eso era un sandwich?
- Tenia dos partes cortadas en forma triangular y se entreveia la lechuga.
- Eso ya es mucho suponer.
- Te quejarás, era natural y estaba fresco.
- ¡Coño! ¡Y tan fresco! Si el pollo se llevaba el pan como rehén en el pico.
- Bueno no te apures, si no te iba a dar tiempo ya a terminar, te falta práctica, ya verás como en una semana, lo cazas sin pensar.
- ¡No te jode! Si ahora para comer fast food voy a tener que entrenar.

domingo, 15 de agosto de 2010

Fascination Phase



Una mirada misteriosa se envuelve entre unos labios enredados en susurros, intentando captar la esencia de lo que se hace llamar encanto, multiplicando las pasiones en un nido de dudas y expectación.

El producto sólo es fruto de un transitorio encuentro que puede durar unos instantes en el seno de unas almas escondidas en si mismas, derivando en un océano de fútiles intranscendencias o de importantes significados.

Sólo queda contemplar el transfondo de una conversación marchita por el miedo y la incertidumbre.

La fe en este caso sólo es equiparable al juguete roto de un niño que espera ser compensado en Navidad, eludiendo la angustia y el tormento de una tormenta de sensaciones que acaparan toda la atención de tu ser en lo más profundo de éste.

Insensateces cometidas por el empuje de la fuerza caótica y electrizante que surge del instinto incontenido y de la pureza del yo animal.

Nada queda por decir.

 Todo es verdadero, todo es falso, pero sobre todo es relativo al baile y al cristal de la copa a través de la que se mira, albergando dos identidades, el entusiasmo o el desencanto porque no se puede explicar con suficientes palabras los deseo que encienden la chispa que da luz a nuestro interior.

lunes, 9 de agosto de 2010

Antiheroe



Dentro del mundo de los superhéroes, siempre encontramos un tipejo particular, que por lo general alguno de nosotros llegamos a conocer personalmente.
El caso que nos ocupa esta vez, es el del hombre ardilla voladora.

El hombre ardilla voladora, es ese hombre que cuando le piden acometer la tarea de cambiar las sábanas, comienza a sudar solo de imaginar el esfuerzo que tiene que hacer, tanto físico como mental y por supuesto, del susto que se lleva cuando se lo dicen.

El primer problema de esta misión es saber cual es la sábana va debajo, cubriendo el colchón y cual es la que cubre a la persona. Una vez se han descubierto las gomas que hay en las esquinas de la que ha de cubrir el colchón, esta primera tensión que sufre nuestro amigo disminuye, pero durará poco y es cuando los poderes del hombre ardilla voladora se despliegan.

Todo comienza de una forma natural: Con una mano, cualquiera de las dos vale, se cierra en puño y se cubre con una de las esquinas de la sábana que decide que han de ser las superiores, la otra mano se cierra de igual forma y queda cuberta por la esquina del lado contrario. A continuación los pies calzan las esquinas restantes, que serán las que irán al lado opuesto de las anteriores.

 Una vez conseguido esto, los poderes del hombre ardilla voladora alcanzan su máximo exponencial: nuestro hombre salta en el centro de la cama y abre sus extremidades en sendos spagats intentando alcanzar cada una de las esquinas de la cama, asemejándose en forma a su homologo animal.

 Créanme que es un espectáculo digno de ver y por lo general si nuestro antihéroe es bajito y rechoncho, mucho más, porque como nota aclaratoria diré, que para lograr su objetivo, lo tiene francamente jodido.

Y aquí acaba nuestro capitulo de hoy en el Urban Geographic Channel.

lunes, 2 de agosto de 2010

El mercader


Nos encontrábamos sobre dos colinas rocosas a unos 777 metros sobre el nivel del mar, cerca del Desierto de Judea, al sur de Jerusalén en una ciudad cuyo nombre hebreo es “Bethlehem” o más conocida por el resto del mundo como la ciudad de Belén. Era una primavera cálida, y aunque aún era media tarde, el sol ya se iba poniendo en el horizonte.

Acabábamos de terminar de visitar la Basílica de la Natividad y todo el grupo estaba haciendo tiempo y curioseando por los alrededores antes de volver a Jerusalén. Yo le estaba dando vueltas a la cabeza, sentada en un murete de piedra, lo raro que me había parecido ver el lugar dónde nació Cristo enmarcado en un agujero bajo un altar, que parecía más bien una chimenea, cuando mi padre me llamó desde lo lejos.
El, junto con algunos del grupo, se habían detenido a charlar con un mercader ambulante que les había llamado la atención al reclamo de "Javivi" algo que usaban estos comerciantes como método de aproximación a los extranjeros, que viene a ser algo así como "amigo" o "cariño", y quería que les tradujese porque el hombre sólo hablaba, o más bien balbuceaba, en inglés.

El hombre entre risas y filtreos intentaba vender su mercancía, y todo el mundo le seguía las bromas que yo iba traduciendo mientras caía la noche. Tantas confianzas se tomó que la conversación dio un giro, y me dijo que le dijera a mi padre algo que me dejó fría:

- ¿Que te ha dicho?- preguntó mi padre con tono curioso
- Pues...que te ha ofrecido 300 camellos por mi.

Hubo una risotada general. Mi padre comenzó a negociar el precio.

- No, eso es poco, que es la única que tengo.
- Cierto, 300 camellos, 2 alfombras persas y 5 kilos de dátiles. Ojos rasgados, esa piel tan blanca y el cabello dorado son difícil de encontrar por aquí- dijo el mercader.

La madre que lo parió. Yo sabía que mi padre se lo estaba tomando a broma, pero por el tono, no lo tenía tan claro del comerciante.

- Papá, a mi déjame de líos a ver si el hombre al final se lo va a creer.

Ni caso. Ya me veía yo a mis 15 años casada con ese tipejo, y posteriormente vendida a vete tu a saber quién. Por suerte nos llamaron para subir al autobús así que me dí la vuelta y me apresuré.

- ¿Qué, no te quedas? Mira que es un buen partido- soltó mi padre con un cachondeo tremendo.
- ¡Ya si eso la próxima vez!