La verdad es que no sé como ha podido pasar, si yo sólo quería clavar la puntita de los colmillos para alimentarme un poquito... ¡Nada más!
En serio que te entiendo. Yo también pasé por lo mismo, me pilló de sorpresa porque a mi quien me convirtió fue una ex, tanto tiempo juntos y la tía me tenía completamente engañado, porque la muy cabrona sabía muy bien disimular, después ya me encajó todo, de por qué solo quedabamos por las noches y por qué no se quedaba a desayunar. Ahora sólo somos amigos pero fíjate lo mal que lo pasé que después de quinientos años, aún no lo he podido superar.
Créeme que todo irá bien y que pronto te acostumbrarás, pero yo en este momento no te puedo orientar por tres razones: Primero, porque nos movemos en clanes de la noche diferentes, en segunda instancia, porque tengo un amigo mío hombre lobo que con las transformaciones, lo está pasando fatal, y ya sabes, entre colegas...¡Cómo no nos vamos a ayudar! Y en tercer lugar , porque estoy algo verde en todo esto de los poderes extra sensoriales y me queda mucho por experimentar.
No me cabe duda de que tú te las sabrás arreglar porque eres incisiva, buena cazadora, sexy, audaz... En definitiva ¡una vampiraexpectacular! A parte... Que ese nuevo look de cuero, tacones y corsé...¡¡UFF!! ¡¡TE QUEDA FENOMENAL!!. Eso si, te daré un consejo, cuidado cuando practiques de nuevo sexo, si tienes dudas, no tienes más que preguntar...
No sufras, si es que no te convengo, tu lo que necesitas es a un vampiro mejor, con más experiencia y seguro que te está esperando en algún lugar y que cuando te encuentre, no te dejará escapar y te enseñará todo lo que necesites y más.
Siento no haberte contestado antes pero he estado muy liado. Estoy muy estresado porque las nuevas generaciones de presas son muy listas y no se dejan atrapar. Te juro que el lunes te llamo para saber cómo estás.
Debían ser más de la una de la madrugada, y la oscuridad total bañaba el bosque por completo que rodeaba el campamento de Hiram, cuando un rugido me despertó de un plácido sueño.
- What the hell?!...Mierda- pensé- alguna de las niñas ha metido comida dentro de la tienda y se nos ha colado un animal dentro.
Eran tiendas de campaña muy diferentes a los que estamos acostumbrados: era una gran lona de aspecto militar con unas 12 a 15 literas de hierro con colchones y mantas dispersas por ella, sobre un suelo de cemento.
Me incorporé un poco para ver si podia ver algo, pero las literas no me permitían ver nada. El rugido continuaba, era intermitente y gutural y procedía de algun lugar en la parte posterior de la tienda.
-Joder, pues si que está furioso el bicho. ¿Será un mapache? Esque suena muy feróz para ser un mapache. Como sea una mofeta loca la liamos- no era raro que los mapaches campasen a sus anchas, alguna que otra mañana me había levantado con huellas de sus patas sobre mi saco de dormir, lo cual me indicaba que se había estado paseando sobre mi sin yo inmutarme, me imaginaba al mapache olisqueandome con cara de curiosidad, ese día me dí cuenta que dese luego cuando duermo lo hago profundamente- Pues una de dos o es un bicho más grande, por dios que no haya osos por aqui...- lo cual me acojonaba bastante- o el mapache en cuestión tiene la rabia y se ha vuelto loco...Mierda, cualquiera de los casos pinta mal. Yo me las cargo, juro que mañana me las cargo, mira que les tenemos dicho que no traigan comida.
No me atrevía a moverme y ni siquiera me atrevía a apuntar con la linterna hacia la dirección en la que procedía el rugido por dos motivos, una, no fuera que el animal se asustase y provocara aún más su agresividad y en segundo lugar, para no despertar a las niñas y que se organizase un gran revuelo o alguna acabase malherida.
Pasé un rato callada agudizando el oido para ver si notaba cambios en el animal, si le oía moverse, o me daba alguna pista de lo que podía ser. Durante ese rato, que mi cabeza iba a mil revoluciones por hora pensando en que hacer, me di cuenta que la niña que dormía en la litera superior a la mía estaba despierta asique en voz baja me atreví a preguntar:
-¡Ey! ¿Qué es eso? ¿Qué es ese ruido?
-PARIS- me contestó en susurros con una nota de desesperación en su voz.
Paris era una niña de catorce años de color, que me sacaba dos cabezas y era de ancha como cuatro veces yo, que estaba roncando como si tuviese conocimiento la muy cabrona.
- ¡Ufff! Menudo susto, ya me quedo más tranquila, ¡pensé que era un animal!
- ¡No me extraña!- dijo la niña.
Resuelto el misterio y calmado el resuello, me di la vuelta y me volví a dormir.
¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?- Pensé para mi. Me toqué la cabeza. Sangraba y el mundo parecía del revés.
Estaba comiendo asfalto y lo último que recordaba era mi mente en blanco con un montón de imágenes de mi vida pasando a toda velocidad. ¿Pero cuánto tiempo había estado así?
La respuesta era: poco. Me bastó girar la cabeza levemente hacia mi derecha para encontrarme con una mole de hierro tumbada a escasos centímetros de mi.
Recapitulé rápidamente: Todo el mundo gritaba huyendo entre mucho barullo. Algo vencía hacia mi. Corrí. Delante de un mío había un niño pequeño. ¡Corre! le grité y le empuje hacia un lado. Me hizo tropezar y/o algo me dio por detrás no sé y caí quedándose todo en blanco. Ahora no sabía muy bien si reírme, llorar, gritar o qué. Opté por gritar.
-¡AAAAAAAHHHHHH!¡ QUE ALGUIEN ME AYUDE!
- Tranquila, no grites- dijo alguien recogiéndome del suelo.
- ¡Se me ha caído un puto semáforo en la cabeza, no es como para quedarse tranquila!
- Estás bien, estás bien.
Recuerdo que un amable hombre de color que venía con las bolsas de la compra que identificándose como médico, corrió a mi lado y me examinó hasta que vino el SAMU. Una vez pasado el susto, el estado de shock me envolvió como en una nube y casi no entendía la preocupación de la gente. Me encontraba con la auxiliar haciéndome las curas sentada en la ambulancia, embadurnándome la cabeza y blusa con betadine-más la blusa que la cabeza he de decir- y sujetándome el hombro dolorido, cuando vi a mi vecina, que venía conmigo y de la cual me había olvidado, mirarme y comenzar a llorar. Le dije que me encontraba bien aunque creo que no se lo creyó. Lo sentí por ella, por la preocupación de su abuela y por mi camisa embadurnada de betadine. También lamenté un pendiente de aro de lapizlázuli que se me perdió y un reloj con tintín dentro de la esfera, que mi primo favorito había conseguido para mí en una máquina recreativa, que se me rompió.
Algunos de los compañeras y vecinas de toda la vida corrieron a mi casa a avisar del accidente. La chica que me cuidaba llegó y se vino conmigo en la ambulancia ocultando su cara de preocupación y contándome chistes para eludir la situación.
Llegué al hospital, y me hicieron pruebas radiográficas mientras que mi niñera llamaba a mi madre. Mientras esperábamos el diagnóstico y a que mi madre nos recogiera, me pasé el rato jugando morbosamente a hacer carreras con la silla de ruedas, usando mi brazo sano contra una enfermera a lo largo de un despejado pasillo del hospital, pero lo que más molaba era dar giros con la silla y derrapar.
Cuando por fin llegó mi madre y me senté en el taxi. Me derrumbé y por fin lloré.
No hacía mucho que mis padres me habían dado las llaves de casa porque ya era lo suficiente mayor como para ir y venir sola al colegio, y aquel era el primer día que yo era encargada de llevar a mi vecina, dos años menor que yo hasta su casa. Estábamos esperando en el semáforo un grupo grande de gente, cuando un autobus verde de gusano había girado con mala maniobra haciendo que la parte posterior se metiese dentro de la acera y chocara contra el semáforo de pié que esperábamos que se pusiera en verde para poder pasar.
Me contaron a posteriori que el conductor se quiso dar a la fuga y que muchos peatones tuvieron que salir detrás de él. El susodicho no me llamó para conocer mi estado hasta unas semanas después cuando se enteró que le denuncié. Según me dijeron había habido un gran revuelo en el colegio, incluso se rumoreaba que se me habían esparcido los sesos por la acera y que me los tuvieron que volver a meter. Lo divertido de este comentario es que procedía de una muy imaginativa profesora de matemáticas al parecer.
¡¡¡¡QUE ME VOYYYYY!!!!
Me voy por un més. De hecho a estas horas estaré tomando un avión para Cleveland, Ohio.
Tengo curiosidad por lo que me depara este més, puede ser un aburrimiento absoluto o puede que me pasen anecdotas geniales, me pierda en la isla de Lost o algo similar, que luego escriba por aqui...¡Vete tú a saber! Es lo que tiene el futuro inmediato que te llena de mariposas el estómago.
No sé si tendré internet allí donde voy, asique las entradas están programadas los lunes, quizá no os postee pero es porque no podré, salvo que encuentre el modo, pero me encantaría que si os pasais dejaseis un coment para luego a la vuelta leerlos.
Pasadlo bien y deseadme suerte!
Días en los que esbozas una sonrisa de quien se sabe bonita.
Días en los que sacas tu valor, en los que notas que algo dentro ha cambiado.
Días en los que hace fresco pero no frío y te da igual la ropa que llevas, sólo quieres estar cómoda, a solas contigo ya que hace mucho tiempo que no te dedicas espacio.
Días en los que cojes lo primero que pillas del armario, y te da igual si te miran o no, en los que te importa un bledo si te encuentran atractiva o si pasas desapercibida porque un cálido sol y un suave aire te acaricia el rostro cuando sales a caminar por la ciudad y unicamente eso te hace sentir sexy.
Días en los que andas y no corres al ritmo que te marcan los demás.
Días en los que te sumerges en la música que sale de tu Mp3 y te envuelve como si estuvieses dentro de tu propio videoclip, y caminas medio bailando en tu propia banda sonora.
Días en los que a cada paso que das avanzas conociendo la postura que adoptas frente al mundo.
Días en los que haces un pacto contigo misma, una declaración de intenciones, firmada y sellada, en la que no permitirás a nadie que dirija tu vida y en los que no consentirás que nadie te vuelva a hacer daño, porque nadie puede hacerte llorar si tu no le das permiso.
Días en los que las mariposas salen de la crisálida, extienden sus alas y se lanzan a volar, deseando que cuando te encuentren no te sacudan el polvo de hadas y que te admiren, te quieran y te conserven, pero siempre fuera de la urna de cristal porque es dónde realmente se te disfruta, por cómo eres y por que simplemente, eres tu, ya que el resto...con el resto ya puedes tu sola.
Pestañas oscuras con intensos ojos negros, barba de un par de días y pelo negro de media largura limpio, enmarañado y algo pegado por detrás. Una camiseta negra ajustada y unos vaqueros desgastados vestían cuerpo en forma pero sin excesos y sexy, terriblemente sexy. Ahí estaba subido en el escenario. Sus manos subían y bajaban por la guitarra demostrando una gran habilidad y precisión. Me encantaba verle así, ensimismado en la canción que estaban tocando, como si el resto del mundo no existiera más que la pieza que estaban tocando.
Hacía calor esa empalagosa noche de verano, no funcionaba el aire acondicionado pero aún así el garito estaba lleno a rebosar, suerte que había llegado pronto y había cogido sitio en una de las mesas altas que andaban dispersas en el local.
Me había llevado a Clo de rehén pero estaba entretenida coqueteando con el camarero de la barra, era increíble, un día de estos le compraría una correa para que no se me escapase cada dos por tres, pero hay que reconocerlo, la jodida niña es irresistible.
Según me había dicho la actuación duraría una hora y media aproximadamente. La gente enloquecía cada vez que sonaba un tema conocido, aunque no eran composiciones propias, el directo era francamente bueno, limpio y de calidad.
Mi camiseta blanca se pegaba por mi cuerpo y mis vaqueros que parecían ahora de una o dos tallas menos, se ajustaban a mis piernas debido al sudor. Me estaba empezando a deshidratar así que en cuanto crucé la mirada con la camarera que se acercaba por las mesas le pedí una tónica, tenía necesidad de algo amargo.
Me fijé que estaba buscando entre el público, escudriñando cada rincón de la sala. En un momento determinado posó una mirada sobre un punto fijo, justo en mi dirección y guiñó un ojo. Yo no estaba muy lejos del escenario pero sabía bien que entre las luces y el sudor de su frente que caía por el rostro, era casi improbable que me encontrase asique pensé que habían sido figuraciones mías y continué disfrutando de la actuación
A eso de las once y media, terminaron, los pipas comenzaron a recoger todo lo que había en el escenario. Bajó de las tablas pegando un salto y se dirigió justo hacia el punto en el que se había fijado antes, justo hacia mi.
Tenía un andar muy particular, realmente desprendía tanta confianza en si mismo que daba incluso envidia. Saludó a algún que otro colega que se encontró chocando las palmas y cruzando bromas y risas. En poco tiempo ya estaba en mi mesa. La camarera se acercó con una botella de agua que acostumbraba a pedir cuando acababan.
- Hola pequeña, ¿que te ha parecido?- dijo robándome un beso. Manía de llamarme pequeña porque soy más baja que el, leche, mido uno setenta, creo que no está mal. Pero sabía que me picaba, y era su pequeño triunfo personal.
- Como siempre, excepcional.
- Me alegro.- dijo dibujando una sonrisa de satisfacción. ¿Cómo es que andas por aquí sola hoy?
- Que va, vengo con Clo pero se ha quedado por... ¡Ya estamos, ya se me ha vuelto a perder! En teoría estaba hace un rato coqueteando con el camarero...
- Jujujuj...- rió intentando que el agua no se le escapase por la nariz.- Deja a la muchacha que disfrute.
- No, si bien dejada está. Por cierto...Me debes algo.
- Cierto, lo tengo en la sala del grupo. ¿Vamos?
- Vamos.
Nos perdimos entre los corredores del local dejando atrás el humo y el barullo y llegamos a la sala. Estaba llena de bártulos del equipo y la luz titilaba, haciendo que la iluminación fuera escasa, me dejó pasar, le pillé mirándome el culo pero no es que le preocupase demasiado el disimular, me dedicó una sinuosa sonrisa y después se adelantó. Mientras yo cerraba la puerta tras de mi, fue hacia un lado del cuarto y rebuscó dentro de su mochila de cuero. Lo encontró dentro de uno de los bolsillo laterales. Cuando ya lo tuvo en su poder volvió hacia donde yo estaba.
-Toma. Lo prometido es deuda- dijo guiñandome un ojo.
Abrí la palma y la dejó caer. Una púa plateada, con mi nombre grabado y unos pequeños cristales como puntos en las ies.Estaba diseñado como colgante y el cordón era liso y de cuero negro, rematado con un enganche también plateado, en forma de gancho en uno de los extremos y de aro en el otro.
- Estás hecho todo un artista. Me encanta.Gracias.
- Las gracias están muy bien, pero me lo pienso cobrar...
- Jajajaja ya me parecía a mi...
- En especie...Obviamente- continuó situándose por detrás separándome el pelo para abrocharme el colgante.
Cerró el enganche, su mano acarició mi nuca y continuó bajando por toda la columna hasta mi espina dorsal, erizándoseme el vello y notando como un pequeño pero intenso escalofrío recorría mi espalda. Se aproximó más a mi, sumergiendo la nariz entre mi pelo y acariciando mi cabeza con una mano. Separó un mechón lateral y sus labios comenzaron a aprisionar el lóbulo de mi oreja, su lengua se introdujo en los recobecos de ésta y sus dientes a mordisquear mi cuello, alternándolo con besos cada vez más y más intensos, lo cual consigue siempre hacerme temblar las piernas. Sus manos recorrían mis costados, bajando por mi cintura, llegando hasta mis caderas y cercando posteriormente mi ombligo para escurrir las manos hacia el obediente botón de mi vaquero, mientras yo dejaba escapar un gemido de debilidad.
Me dio la vuelta. Sus labios se encontraron con los míos fundiéndose en un profundo beso mientras mis manos se enredaban en su cuello, casi como si el mundo se fuese a terminar en cualquier momento. Sus manos llegaron hasta los bolsillos posteriores de mi pantalón y cogiéndome en volandas me subió a una mesa próxima. Una sonrisa pícaramente maliciosa se dejó entrever- Me encanta cuando te sonrojas.- añadió mirándome con esos intensos ojos, lo cual hizo que me sonrojara aun más, para posteriormente despojarme de la camiseta. Mis manos inquietas consiguieron quitarle la suya, más bien porque se dejó, pero enseguida me agarró de las muñecas y las apoyó contra la pared a la que estaba pegada la mesa.
- El músico soy yo, y ahora tengo púa con la que tocar.- me susurró traviesamente al oído para después recorrer con pequeños mordiscos el borde de mi mandíbula hasta mi barbilla y bajar cuello abajo.
Me dejé llevar. Y es que me encanta verle así, ensimismado en la canción que estaba tocando, como si el resto del mundo no existiera... más que la pieza que estaba tocando.